PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
CANCIÓN PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
Como el padre que se alegra por el hijo que regresa el padre Dios se contenta en el cielo a nuestra vuelta. En el cielo hacen más fiesta por uno que se arrepienta que por cien que nunca pecan y de Dios nunca se alejan. Así lo canta Valiván en este video.
Letra:
Dos hijos tenía un señor, el mayor y el menor. El mayor era obediente, el menor escasamente. El menor dijo a su padre: “Mi herencia has de darme”. Como el padre se la dio, aquel hijo se marchó. Y se fue por el ancho mundo como rico vagabundo. Gastó el dinero muy pronto en mil juergas, el muy tonto. Cuando no le quedó nada, la comida le faltaba. Trabajó cuidando cerdos pero siempre estaba hambriento.
En el colmo de la pena se acordó de aquellas cenas, que su padre les servía a los siervos que tenía. Volvió a su padre y le dijo: “No merezco ser tu hijo. Trátame como a un esclavo pero a cambio de un bocado”. El padre lo hizo callar, dijo: “De eso ni hablar”. Hizo traer un vestido hecho del mejor tejido, un anillo de brillantes en su dedo, como antes. Le mató el mejor ternero y lo asaron todo entero. Hubo música de fiesta y manjares en la mesa. El hermano mayor se enfadó porque el padre perdonó.
Como el padre que se alegra, por el hijo que regresa, el padre Dios se contenta, en el cielo a nuestra vuelta. En el cielo hacen más fiesta por uno que se arrepienta que por cien que nunca pecan y de Dios nunca se alejan.
Como el padre que se alegra por el hijo que regresa el padre Dios se contenta en el cielo a nuestra vuelta. En el cielo hacen más fiesta por uno que se arrepienta que por cien que nunca pecan y de Dios nunca se alejan. Así lo canta Valiván en este video.
Letra:
Dos hijos tenía un señor, el mayor y el menor. El mayor era obediente, el menor escasamente. El menor dijo a su padre: “Mi herencia has de darme”. Como el padre se la dio, aquel hijo se marchó. Y se fue por el ancho mundo como rico vagabundo. Gastó el dinero muy pronto en mil juergas, el muy tonto. Cuando no le quedó nada, la comida le faltaba. Trabajó cuidando cerdos pero siempre estaba hambriento.
En el colmo de la pena se acordó de aquellas cenas, que su padre les servía a los siervos que tenía. Volvió a su padre y le dijo: “No merezco ser tu hijo. Trátame como a un esclavo pero a cambio de un bocado”. El padre lo hizo callar, dijo: “De eso ni hablar”. Hizo traer un vestido hecho del mejor tejido, un anillo de brillantes en su dedo, como antes. Le mató el mejor ternero y lo asaron todo entero. Hubo música de fiesta y manjares en la mesa. El hermano mayor se enfadó porque el padre perdonó.
Como el padre que se alegra, por el hijo que regresa, el padre Dios se contenta, en el cielo a nuestra vuelta. En el cielo hacen más fiesta por uno que se arrepienta que por cien que nunca pecan y de Dios nunca se alejan.
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